jueves, 23 de septiembre de 2010

LOS CELTAS: Organización social

Organización social


 
La organización social de los celtas se basaba en el sistema tribal y cada una de estas tribus contaba con un nombre distintivo. La identidad tribal se correspondía con un territorio geográfico y las tribus celtas cuidaban celosamente las fronteras que definían el mosaico de pequeños reinos. Esta tradición se conservó en algunas zonas celtas hasta tiempo relativamente modernos. El sistema de clanes en Escocia tiene ciertos vestigios de la organización tribal de los celtas.
Dentro de la sociedad tribal de este pueblo existía un estricto sistema jerárquico de castas. Los celtas libres se dividían prácticamente en tres grupos: los reyes, los nobles y los plebeyos. Pero al igual que muchos pueblos de la antigüedad, los celtas contaban con una clase baja integrada por pobres y esclavos.
 

Reyes

 
El rango más alto correspondía a los reyes, sin embargo, los druidas solían desempeñar funciones de más alta posición. Los aristócratas se encargaban de la designación de los reyes de entre los parientes de su antecesor, aunque no tenía porque ser necesariamente uno de sus hijos. La familia del rey siempre pertenecía a la casta de la nobleza. Posteriormente los romanos reemplazaron la monarquía por un sistema electivo. Estos representantes eran denominados verbobratas y gobernaban conjuntamente con los nobles.
 

Nobles

 
La nobleza era bastante aristocrática e intentaba distinguirse de la gente corriente. Se dividían en dos clases claramente diferenciadas: los guerreros y los sacerdotes. Los guerreros eran en muchos aspectos la personificación de la cultura celta. Privilegiados y consentidos, su único propósito era la batalla. Todas las organizaciones de la sociedad celta se establecían de acuerdo a este objetivo. El arte de la guerra desempeñaba un papel esencial en la vida cotidiana del pueblo celta y los guerreros eran sus principales representantes.
Los celtas eran muy famosos por su increíble valor. Llevaron a cabo con éxito un gran número de campañas: saquearon Roma, atacaron incluso Delfos... Nunca establecieron un imperio en el sentido estrictamente clásico porque estaban mucho más interesados en ganar batallas que en fundar un imperio. Su falta de organización se reflejaba en el modo de llevar a cabo sus batallas. La guerra para los celtas era una especie de culto y ese culto era una de sus principales características. Julio César, entre otros, describió a los celtas como un pueblo muy feroz en la batalla aunque también destacó que carecían de táctica y organización. Por lo tanto, lo único que necesitaba un ejército para vencer a los celtas era burlarse de ellos y enfurecerlos. Los celtas atacaban directamente y más tarde, si el botín era suficiente, se marchaban a casa. Existen ciertos paralelismos dentro de la historia celta, en particular con la campaña organizada por los montañeses de Montross en Escocia durante la guerra civil inglesa y también con los ejércitos escoceses durante las rebeliones jacobitas.
Desde la sociedad celta hasta los tiempos modernos, la guerra no era únicamente algo normal, sino muy deseable. La lucha y el éxito en los combates individuales era un derecho legítimo y apropiado para los jóvenes héroes. El concepto de la lucha celta se basaba más en el valor y el coraje individual que en las acciones coordinadas del conjunto del ejército.
Se trataba de una sociedad esencialmente heroica y espectacular. No organizaban sus contiendas del mismo modo que los romanos. Para ellos un ataque se trataba de un campeonato al que mandaban a sus mejores representantes. No desperdiciaban potencial humano, colocaban a sus campeones en el campo de batalla para que demostraran de lo que eran capaces.
Según relata César en sus comentarios sobre la invasión de Bretaña, le dejó realmente perplejo y sorprendido el hecho de que los aurigas se bajaran de la cuadriga, corrieran a su lado y se montaran en los caballos a galope tendido. Se trataba de algo bastante temerario, no comprendieron que esta era su forma de batallar y que intentaban impresionar a sus enemigos con su destreza.
A los celtas no les importaba contra quien luchaban, porqué, donde o cuando. Cualquier pretexto podía servir para iniciar una confrontación. El ejército celta estaba compuesto por un gran número de guerreros que competían entre ellos para obtener prestigio, gloria y honor. Aunque eran increíblemente valientes y normalmente estaban preparados para morir, carecían de unidad. En ocasiones, durante el transcurso de las batallas, el pánico se apoderaba rápidamente de ellos a consecuencia de la desconfianza existente entre los propios soldados celtas. El ejército romano era muy diferente, estaba preparado para luchar en equipo y para recibir órdenes, incluso cuando esto podía poner en peligro la vida de los soldados. Contaban con una disciplina de hierro.
Se cree que las diferencias principales entre estos dos ejércitos radican especialmente en el grado de entrenamiento, la respuesta a las órdenes y en el tipo de armamento. Los soldados romanos no tenían mejores armas que los celtas, el armamento individual de los celtas estaba tan bien fabricado como cualquier arma romana, pero cada legionario romano estaba tan bien equipado como un jefe celta. La mayoría  de los ejércitos celtas estaban compuestos por lanceros sin escudo, lo que les hacía mucho más vulnerables físicamente además de su falta de disciplina.
La batalla consistía en una gran escaramuza donde se reunían los guerreros más llamativos y agresivos o un combate singular entre dos combatientes. Una lucha tradicionalmente heroica que deleitaba especialmente a los celtas. Existe una gran constancia de las preferencias bélicas del pueblo celta. Y cuando no llevaban a cabo contiendas propiamente dichas, a los guerreros les entusiasmaba participar en torneos y cacerías con fines mucho más pacíficos.
 
Los celtas tenían un aspecto muy llamativo. Eran altos, rubios, con unos impresionantes ojos azules y pintaban su cuerpo para esconder los encantos con los que les había dotado la naturaleza. Tanto los hombres como las mujeres llevaban el pelo largo y, especialmente en la mujer, la calidad y largura de sus trenzas eran criterios fundamentales de belleza.
El papel de la mujer en la sociedad celta era muy diferente al de la mujer del mundo clásico. Las mujeres de la nobleza clásica tenían una vida muy restringida y en cierto modo no contaban con muchos derechos. La mujer celta, sin embargo, según los arqueólogos y las pruebas documentales, poseían muchos derechos y un gran poder. Se han encontrado tumbas de mujeres celtas con una gran fortuna, con objetos realmente espléndidos. En la Edad de Hierro, tanto en el continente como en Gran Bretaña, las pruebas arqueológicas corroboran el gran poder que tenían muchas de estas mujeres. No conocemos directamente nada de la personalidad de Benasia, pero podemos deducir muchas cosas sobre la vida de esta reina celta. Se está bastante seguro de que no se trataba de una mujer tímida con un papel meramente decorativo, debió de tratarse de alguien con una gran dignidad y un gran orgullo acostumbrada a dar órdenes a la gente y que muy probablemente desempeñó la función de jefe en la batalla. Puede que incluso fuera la cabeza religiosa de su pueblo.
Algunos hombres celtas llevaban barbas cortas, aunque la mayoría se afeitaba por completo. Mucho más importantes eran los bigotes. Los nobles en concreto se afeitaban los carrillos, pero se dejaban crecer unos frondosos bigotes que les caían sobre la boca. Resaltaban el rubio natural de su pelo pintándose unas líneas que aunque no decoloraban el pelo sí le proporcionaba un mayor espesor. Según las descripciones de sus enemigos, algunos celtas iban peinados con crestas de gallo. Tanto los hombres como las mujeres estaban extremadamente orgullosos de su cabellera y por supuesto se trenzaban el pelo con gran frecuencia. Entre los hombres era costumbre dejarse unas trenzar laterales que les caían sobre la cara. El hombre celta también estaba muy preocupado por su figura. La corpulencia se consideraba una desgracia y todo hombre cuya obesidad sobrepasara el tamaño habitual de su cinturón era multado.
La ropa que vestían los celtas era bastante distintiva y llamativa. Los hombres solían utilizar pantalones, excepto en Irlanda y esto impresionó mucho a los observadores del mundo clásico. Los romanos estaban tan entusiasmados que incluso tomaron prestada la moda celta para su caballería. Sobre los pantalones los hombres al parecer vestían una túnica hasta la rodilla, a menudo con bordados y orlas que se ajustaban a la cintura mediante un cinturón. Los cinturones solían estar muy decorados con ornamentos en oro y bronce. Los celtas adoraban los ornamentos y, tanto los hombres como las mujeres, se adornaban con joyas, brazaletes y prendedores. Se cubrían con unas capas de lana que aunque no tenían un propósito práctico, simbolizaba su posición social. El largo y el espesor de las capas de los hombres y las mujeres indicaban rango jerárquico. Estos atuendos estaban tan cotizados que incluso los romanos los consideraban altamente valiosos. Las capas se ajustaban con pasadores, muchos de ellos son un claro ejemplo de la destreza de este pueblo con el metal y algunos son verdaderos iconos de la cultura celta.
 
Los sacerdotes pertenecían siempre a las familias nobles. Al igual que los guerreros, se trataba de miembros privilegiados de la sociedad. Pero a diferencia de los demás, a los sacerdotes se les permitía viajar libremente entre las diferentes zonas tribales y los reinos. Una prerrogativa que ni los propios reyes disfrutaban. Existían tres clases de sacerdotes: los más conocidos eran los misteriosos y oscuros druidas, pero también estaban los bardos y los vates
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A pesar de su renombre, no es mucho lo que se conoce sobre los druidas y sus prácticas. Existe la certeza de que su principal ocupación era el culto a los dioses, aunque al parecer también actuaban como jueces y árbitros en las disputas. El nombre “druidas” proviene de la palabra “saber”. Y ellos tenían potestad para actuar en los conflictos tanto públicos como privados y además se encargaban de dictar sentencias y decidir sobre las recompensas y las penas en los casos criminales y de asesinato. Nadie, incluso los reyes, podían hablar antes que los druidas.
Los druidas desde luego eran muy importantes y su forma ha perdurado durante toda la historia. No obstante, resulta sorprendente que no sepamos muchas cosas sobre ellos. Lo único que conocemos de los druidas es que se encargaban de la justicia en la sociedad celta, y nos referimos tanto al sistema jurídico como a la esencia de la cultura celta.
Julio César, en sus comentarios sorbe el pueblo celta, observaba que los castigos más duros que se imponían a los individuos o incluso a toda una tribu que desobedecía los pronunciamientos de los druidas era una especie de excomunión, se les excluía de los rituales y sacrificios. Por supuesto, esto suponía la expulsión de dichas personas de la sociedad celta.
Los romanos describían a los británicos como personas bastante atroces y bárbaras y una de las cosas que más les atemorizaban eran los druidas, los sacerdotes celtas famosos por practicar sacrificios humanos, y no existe ninguna razón histórica que haga dudar de la veracidad de estas prácticas. De hecho, sí sacrificaban seres humanos en honor a sus dioses, por lo tanto, los romanos tenían bastantes prejuicios sobre los antiguos bretones, sus costumbres y sus dioses. Pero esta era una postura totalmente hipócrita, ya que ellos no tenían ningún inconveniente en destrozar a una persona por pura diversión y en comparación con el circo un sacrificio humano era una acción piadosa.
Los vates tenían funciones similares a la de los druidas, aunque estos últimos contaban con una posición jerárquica más elevada. A ambos se les consideraba filósofos, pero mientras que los druidas aparentemente se encargaban de presidir los sacrificios y actuar como jueces en las disputas públicas y privadas, los vates se encargaban de leer el futuro a través de los restos de las víctimas sacrificadas. Su nombre, vate, está conectado con las profecías, la inspiración y la poesía.
La tercera clase de sacerdotes eran los bardos. Su nombre significa “trovador” y al parecer recitar frases era su principal función. Acompañaba sus canciones con instrumentos parecidos a la lira y en dichas canciones alababan a unos y afrentaban a otros. Los celtas, especialmente los guerreros, tenían un gran temor a los sarcasmos de los bardos y la humillación pública que esto suponía.
 

Plebeyos

 
En la escala jerárquica, bajo los aristócratas, se encontraba la clase plebeya libre formada por artesanos y agricultores.
Cuando los romanos llegaron a Gran Bretaña, la tierra se había estado labrando durante 3500 años y por lo tanto se había talado mucho bosque y la población había crecido de modo considerable. La sociedad británica la integraban un gran número de pequeños estados tribales, algunos de ellos gobernados por caciques y otros por monarcas donde el nivel de desarrollo era enorme. Trabajaban el hierro desde hacía tiempo y las armas construidas con dicho metal estaban muy avanzadas. Las armas eran fundamentales para los celtas. Al parecer se trataba de un símbolo de libertad, por lo tanto no resulta extraño que durante la invasión romana, cuando los oficiales romanos despojaron de sus armas a las personas que teóricamente eran sus aliados, los antiguos bretones se enfurecieran y se prepararan para llevar a cabo una rebelión.
El primer resultado de la rebelión fue la detención en seco del avance romano por las islas británicas durante 20 años. Realmente los romanos no reiniciaron el avance hacia el norte hasta el año 80. Es bastante probable que también se llevaran a cabo cambios en la administración romana. Siempre existía algún grado de corrupción pero ahora estaba mucho más controlado que cuando tuvieron lugar los sucesos que provocaron la rebelión. Se cree que el resultado a medio plazo de la propia rebelión podría ser el hecho de que se evitó que los romanos conquistaran finalmente las islas británicas. Consiguieron llegar hasta Escocia, pero no pudieron completar el avance por las Tierras Altas porque cuando llegaron allí habían comenzado batallas y guerras en otros lugares, lo que supuso una reducción en el número de efectivos destacados en Bretaña y por lo tanto no disponían de soldados suficientes para completar la conquista de las islas. Así pues, la rebelión podía haber ayudado a la supervivencia de la cultura celta en las Islas Británicas durante el dominio romano.
Los artesanos eran altamente valorados, especialmente los herreros, a los que se les otorgaba una posición social más elevada que al resto. Se creía que el trabajo de los herreros tenía un origen casi sobrenatural, característica que se refleja en las cualidades mágicas que con frecuencia se les atribuyen a los herreros en la mitología y el folclore celta.
 

Pobres y esclavos

 
Bajo los plebeyos libres se encontraban los pobres, aquellos que no poseían derechos, y los esclavos. Los indigentes, independientemente de su origen, no estaban mucho mejor considerados que a los que normalmente se les denominaba esclavos, carecían de posición social y contaban con muy pocas pertenencias, sus viviendas no eran más que cabañas sin cimientos.
 

Posesiones en la sociedad celta

 
Todos los miembros libres de la sociedad celta, cualquier que fuera su nivel social, recibían lo que se ha denominado premio de honor, una declaración de valía y dignidad dentro de la comunidad. Esto estaba directamente relacionado con la riqueza. Un próspero miembro de la sociedad podía ascender considerablemente de rango si amasaba fortuna, pero del mismo modo podía descender de categoría si su fortuna se reducía y por lo tanto las reparaciones de daños y las compensaciones se volvieron especialmente importantes.
La tierra no se poseía de forma individual, ni tan siquiera los reyes. Pertenecía a una familia o grupo. No obstante, la riqueza podía calcularse de acuerdo a la extensión de tierra que una persona administraba o sobre la que tenía influencia.
Las casas celtas eran circulares o rectangulares. La estructura era de madera o mimbre y el tejado de paja. A pesar de la riqueza que poseían los celtas, el interior de las viviendas era bastante tosco. Los celtas prestaban mucha más atención a su apariencia personal que a sus hogares. El interior consistía de un amplio espacio abierto con diferentes cubículos que se asemejaban a la forma de una rueda con radios. Los cubículos se construían con madera o mimbre y se podían aislar completamente del resto de la casa mediante unas gruesas cortinas o con una mampara cubierta con tela o piel si la situación lo requería. El fuego se situaba en el centro bajo un agujero que se hacía en el techo para dejar salir el humo. Colgaban un gran caldero de metal en un travesaño y lo situaban encima del fuego, aquí podían hervir gran cantidad de carne cuando no decidían comerla asada. Su dieta consistía básicamente de carne y pescado y se complementaba con pequeñas hogazas de pan.

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